Toda nuestra vida está gobernada por el azar. El lugar donde nacemos a menudo determina nuestras perspectivas en la vida.
Sin agua potable, la gente lucha por sobrevivir. Sin acceso a la educación, las personas tienen pocas posibilidades de obtener un ingreso estable. Y sí las personas son discriminadas o amenazadas, se les roba la oportunidad de desarrollar su potencial y contribuir a una sociedad estable. Las historias de Madina Muhuthage, Sundar Thapa y Clemencia López Cabrera son ejemplos de cómo a tantas personas se les niegan los derechos básicos por su lugar de nacimiento.
Nos negamos a aceptar esta injusticia.
Todos merecen la misma oportunidad de desarrollar su potencial. En nuestro trabajo diario en todo el mundo, vemos personas de gran coraje, talento y perseverancia que no solo mejoran sus perspectivas individuales, sino que también aportan cambios positivos a sus comunidades – sí tienen la oportunidad de hacerlo.
La igualdad de oportunidades cambia el mundo. Gracias por apoyarnos en nuestra campaña por la igualdad de oportunidades.
La historia de Madina Muhuthage en Mozambique «De todas mis tareas, ir a buscar agua es la más difícil»
«Vivo en Hurucune, una pequeña aldea en el distrito de Memba de Mozambique. Nací aquí, como mi madre, mi abuela y mi bisabuela antes que yo. Cuando me despierte mañana, mi día será exactamente el mismo que el de ellas. Me levantaré a las cuatro y envolveré mi capulana, una tela tradicional, alrededor de mis caderas a modo de falda y otra alrededor de mi cabeza. Iré con mis padres y me ocuparé de las tareas del hogar. De todas mis tareas diarias, ir a buscar agua es la más difícil.»
La historia de Sundar Thapa en Nepal «No había forma de que pudiera seguir yendo a la escuela»
«Desde que era pequeño, mi familia se preocupó por cómo llegar a fin de mes. El suelo de nuestros campos en Dolakha (un distrito en las colinas del Himalaya al este de Katmandú) era tan pobre que no podíamos cultivar lo suficiente para alimentar a nuestra familia, ni siquiera durante la mitad del año. Estábamos tan mal que no teníamos tiempo para pensar en la escuela y la educación. Terminé la educación obligatoria, pero incluso entonces tuve que trabajar en los campos de otros agricultores para comprar las cosas que necesitaba para la escuela. Pero no había forma de que pudiera seguir yendo a la escuela y nunca aprendí un oficio.»
La historia de Clemencia López Cabrera en Guatemala «Nos dijeron que las mujeres valen menos»
«Vivo en El Rincón, una aldea del municipio de San Martín Sacatepéquez, a unas tres horas de la ciudad de Guatemala. Soy la mayor de siete hermanos, incluidas cinco niñas. Mis padres solo me dejaron ir a la escuela hasta sexto grado. Dijeron: "¿Por qué gastar dinero en ustedes chicas cuando se van a casar de todos modos?" Tenía que levantarme temprano y hacer las tareas del hogar antes de poder ir a la escuela. No recibí ningún libro escolar, ni nada. Nos dijeron que las mujeres valían menos y no tenían voz. El lugar de una mujer estaba en el hogar, haciendo las tareas del hogar y teniendo hijos, no en público.»